En las ciudades hemos aprendido a acomodarnos. Utilizamos aquello que nos facilita el trayecto más corto y el esfuerzo mínimo en nuestros desplazamientos. Pero quizás es la forma en que se nos presentan lo que hace que adoptemos esta actitud y no otra. No somos conscientes de ello hasta que nos cambian el formato y entonces ya no tenemos ni tanta prisa ni tanta pereza. Nos sumergimos en dicha alteración de la cotidianidad de buen grado y nos resulta irresistible si es divertida.
Ójala hagan algo así en el metro de Madrid.
ResponderEliminar